La innovación disruptiva ha llegado a múltiples industrias en todo el mundo: la tecnología, el comercio, la fabricación, el turismo, la logística y muchas más. Estos cambios acelerados del contexto del mercado, los comportamientos del consumidor y las tecnologías emergentes están moldeando nuevas realidades para todos nosotros.
La industria financiera no es ajena a estos cambios, a pesar de ser una de las industrias más tradicionales y dónde aún se ven a muchos jugadores mundiales que lideran el mercado con más de 100 años de historia. Sin embargo, un creciente número de empresas emergentes han puesto su enfoque en esta industria y son conocidas como fintechs o empresas tecnológicas decididas a cambiar radicalmente el mundo de las finanzas.
A nivel mundial, los ecosistemas fintech más desarrollados se encuentran en países de Europa como el Reino Unido, Alemania, Francia y España, con jugadores muy fuertes también en Medio Oriente como Israel y Emiratos Árabes Unidos, sin dejar por fuera a Estados Unidos que cuenta con varios actores muy robustos. En Latinoamérica aún la industria se encuentra en pleno desarrollo y países como Brasil, México y Argentina cuentan con ecosistemas fuertes y fintechs con mayor nivel de complejidad y tecnificación en su oferta.
Ecuador,sin embargo, se ha quedado bastante relegado en su oferta fintech y algunos delos factores más relevantes, en mi opinión, son los siguientes:
- Bajo desarrollo de un ecosistema especializado en la industria financiera.
- Pocos incentivos para invertir desde el sector privado en las startups locales.
- Bajo nivel de tecnificación de la oferta existente.
- Poca o ninguna vigilancia tecnológica desde los emprendedores que lideran las fintechs locales.
Justamente este último punto se convierte en una enorme oportunidad para la Academia. Al hablar de los retos para transformar la industria financiera nacional y regional debemos tomar en cuenta que apenas la mitad de la población está bancarizada y un porcentaje aún menor está digitalizada. Eso hace que el reto de innovar de manera disruptiva en este sector se vuelva más fácil de resolver si nos apalancamos en los avances desarrollados por países que nos llevan la delantera, pero especialmente si desarrollamos una fuerte cultura de colaboración entre la empresa privada (en este caso los bancos locales), la academia y los emprendedores.
Esta colaboración es el corazón mismo de la filosofía detrás del modelo de Innovación Abierta: los retos de las empresas (Banca y Seguros) son resueltos mediante la estrecha colaboración y co-creación de soluciones basadas en investigación académica, emprendimientos de alto impacto y los equipos propios de la empresa.
En Grupo Pichincha, el grupo financiero más grande del Ecuador, creemos firmemente en la innovación abierta como parte de nuestra estrategia para evolucionar nuestros negocios financieros hacia el futuro. Durante los últimos años venimos sentando las bases para esta colaboración, primero estableciendo un modelo de gestión de la innovación que nos permita sistematizar los esfuerzos dentro de cada entidad financiera, y luego generando espacios de trabajo conjunto con universidades, centros de investigación y emprendedores.
Uno de nuestros ejemplos más recientes de este proceso es el caso que estamos construyendo entre Banco de Loja, UTPL y su centro de emprendimiento Prendho. No sólo que hemos establecido una relación formal para trabajar juntos en buscar mejores soluciones a los retos financieros del país, también estamos construyendo una hoja de ruta para implementar procesos de I+D que potencien el desarrollo socioeconómico local, nacional y regional.
¿Dónde empezó este proceso? Con las personas. A menudo solemos ver el divorcio entre la empresa privada y la universidad como una brecha insalvable ya que estamos hablando de juntar en una misma mesa a dos grandes organizaciones con sus jerarquías, burocracias y culturas. Es fácil, bajo esta perspectiva, olvidar que las organizaciones están compuestas de personas y que esas personas son seres humanos con intenciones y necesidades similares a las nuestras. Si partimos de esta base, y construimos relaciones interpersonales entre los individuos que pueden movilizar los espacios de diálogo iniciales, para progresar hacia la construcción de una colaboración formal, el reto será mucho más fácil de atacar.
Ahora bien, no sólo debemos buscar la colaboración para generar notas de prensa o exposición en redes sociales. Esto daría paso a lo que solemos llamar “el teatro de la innovación”, es decir parecer innovadores sin llegar a generar resultados reales y medibles. Una de las mejores formas de garantizar resultados de impacto es generar soluciones que resuelven problemas reales y logran éxito comercial.
Es aquí donde debemos fomentar una cultura de vigilancia tecnológica. No hay razón para desperdiciar esfuerzos de ninguna de las partes involucradas al empezar de cero y buscar resolver problemas que de seguro ya han surgido en otros países con contextos similares a los nuestros. Adicionalmente, Ecuador es un territorio con libertad de aplicación, lo que nos da una ventaja competitiva importante al momento de replicar patentes o investigaciones existentes.
Aunque el esfuerzo de realizar vigilancia tecnológica puede ser importante, incluyendo los procesos de réplica, siempre será más ventajoso (acortando los tiempos y recursos necesarios para salir a probar nuestras hipótesis en el mundo real),construir sobre lo que ya se ha realizado hasta el momento. O parafraseando el dicho, es más fácil llegar muy arriba, si nos paramos en hombros de gigantes.
Los dejo entonces con esta invitación:busquemos crear oportunidades de colaboración entre la empresa privada y la academia y potenciémoslos mediante la vigilancia tecnológica y sus ventajas competitivas. Así, juntos, podemos transformar la industria financiera para beneficio de toda la sociedad.
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